Invierno Cero

Un buen ejercicio para el invierno es apreciar que no haya tanta gente en la calle. Te da un poco más de libertad, menos retinas encima y más paso al ridículo. Dale, probá. Sentate en el banquito del medio de la Chacabuco o de alguna plaza por ahí. Abrigate. Asegurate de mantener al menos la zona de los ojos despejada para poder visualizar un buen número de paisajes que sólo podrás disfrutar si te bajás un poquito la bufanda, sobre todo a cada lado de la cara. Otro punto importante: mantené cierto grado de tranquilidad, la mente tirando al blanco y la imaginación por encima de los ojos.

En ese estado, te va a resultar fácil pensar en cosas que no se te ocurrirían si es que no que estás acostumbrado a volar por lo bajito, medio silbando, entre cosas sencillas y más que coherentes. A modo de juego pensaría, por ejemplo, qué pasaría si no existiera la noche, me preguntaría si los peines sirven para algo o si el pasado se pisa o se pisotea. También le buscaría alguna razón al verbo permanecer, a los adjetivos que terminan en ero y al recurrente como tu hermana.  A los por qué, a los nunca y al mentiroso para siempre.

No es raro que venga una música de fondo, por lo general instrumental y con algunos sonidos de campanas. No trates de cantarla con palabras. El tarareo suele resultar más divertido. También pueden llegar a caer unas luces de abajo para arriba. Eso sería un buen síntoma, y si llevan alguna facción de tu cara, mejor. En ese momento quizás llegues a la conclusión de que los maniquíes de las vidrieras no están demás, de que ese laburo te iba a comer la cabeza y de que el domingo no está hecho sólo para dormir. Podés pensar también que el color amarillo no te gusta, que jamás buscarías una explicación a la anatomía de tu cuerpo y que posiblemente las verdades no duelan tanto, que más bien es un circo armado de quienes se quieren atajar. Que las mentiras a veces te hacen feliz y que siempre lo hiciste con intención. Que si mantenés la frente en alto no ves absolutamente nada. Que los no-planes tienen más que consecuencias, que la rutina puede vestirse de rojo y oler diferente. Que se puede bailar aun estando sentado, con los pies en el piso y las manos en los bolsillos. Que el verano y los ríos crecidos pueden esperar, pero no las ganas.

Que los juegos sí existen, si sólo existís vos.

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Cara de Domingo

Hay una poeta que lleva mi nombre. O yo llevo el de ella porque seguro que es mayor que yo. Lo digo porque habla de cosas serias. Y las cosas serias, son cosas de grandes.
Ayer leí El Principito de nuevo. Dicen que cada vez que uno lo lee, lo interpreta diferente. Iba camino a Agua de Oro. Sólo llevaba un libro, el mate y unas cuantas frutas que compré en el camino. Fui sola, como grande. Me reía porque estaba perdida, como niña.
Empecé a caminar en busca de un lugar para quedarme. Algún lugar medio planito para poder acostarme a leer, estar tranquila. Poner la mente en blanco o, al menos, en gris. Se supone que para eso tenía que buscar un lugar desolado, lejos de los chicos que gritaran y del olor a asado. Pero no. El día estaba bárbaro y se llenó. Cada vez llegaba más gente. Muchas veces como grandes, nos sentimos capaces de bancarnos todo sin nadie que nos ayude. Y no, inevitablemente estamos rodeados.
A pesar de que el sol partía hasta las piedras, cuatro hermanitos se la pasaron alrededor mío, me salpicaban con agua, con jugo. Gritaban. Y me reí. Posta, fue más divertido de lo que creía. Eran demasiado ocurrentes con lo que decían. Y fui niña, como ellos. Uno de los nenes me miraba mucho mientras comía chocolate. Pero mucho. Me puse a su altura y yo lo miraba mucho también. En un gesto de tregua, le convidé una barrita de mi Águila. Y el me regaló una sonrisa hermosa, con pocos dientes y silenciosa. Como grandes que nos creemos, no queremos estar a la altura de ninguna situación, nos pone incómodos, no nos sale. Como niños, todo es un juego y está buenísimo.
El sol bajó un poco. Se respiraba cosas lindas. La antena del celular no funcionaba así que no había distracciones. Sólo el ruido del agua y de las familias felices. Las familias son felices los domingos. Las caras de los lunes quedaron con las cenizas, ahí en el asador.
Volví a la terminal, dejé El Principito para que alguien se lo lleve. Dicen que cada vez que uno lo lee, lo interpreta diferente. Y quiero que ese alguien lo sienta como yo lo sentí hoy.
Llego a casa queriendo ser niña para tener “cara de domingo” durante toda la semana. Y las semanas que se vienen. Que la viveza y la dureza de los grandes esperen. Todavía puedo mantener un pie en la tierra y el otro en el cielo. Cielo que está lleno de sonrisas, con pocos dientes e inocentemente, silenciosas.

Casi enero 10

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Cartas para Emanuel V

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Cartas para Emanuel IV

C de Corazón

– Che Pau ¿y qué letra vas a hacer hoy?
– No sé. A ver, tirate una.
– La C.
– ¿De casa?
– No.
– ¿De casualidad?
– Tampoco.
– ¿De candado?
– No, de CORAZÓN.

Así me dijo esta mañana una persona cuando le conté lo que estaba haciendo. Persona que, paradójicamente, se adueño del mío por mucho tiempo. Sí, finalmente en pasado.
Volviendo. C de Corazón. Mitad palabra quemada, mitad desafío. Porque para mí, la única persona capaz de hablar del corazón de una forma diferente es Salzano. Daniel Salzano, lo veo en el cine y me hago chiquita. Lo leo y me dan ganas de besarle la frente. Y las manos. Y me dan ganas de invitarlo a tomar un café en el Sorocabana sólo para escuchar sus historias. Para que me hable de Jerónimo Luis de Cabrera o sólo para estar ahí cuando le digan “maestro”.

Salzano tu corazón de puño de niño enfurecido te hace ver a Córdoba como tu casa, como tu parte inseparable. Te hace preguntar miles de cosas, pero sobretodo, te hace vivir una tranquilidad enorme al saber que hiciste algo por ella.

Mi corazón en cambio, todavía no encuentra su lugar en esta gran ciudad. Más bien se la pasa intentando pertenecer a un alguien, que simplemente, lo vuelve loco.

Diciembre 09

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Cartas para Emanuel III

S de Soledad

Me prendería un pucho si supiera fumar. Al café, ya me lo hice. Estoy en patas y en pijama improvisado. Media despeinada y sin ganas de comer. La panza me cruje pero yo no tengo por qué llevarle el apunte, si esta noche crujo yo y vos no estás ni por teléfono.

Hoy la soledad no tocó mi puerta. Directamente entró a mi casa y está por abrir la heladera. Capaz que ella sí tiene hambre. O quizás, tenga la intención de analizar los espacios disponibles, para después arrancarme el corazón y meterlo ahí adentro. ¿Y qué le puedo decir? Nada. Si yo me reí de ella la semana pasada cuando de nuevo me dijiste que tenías ganas de verme. Si hasta le pisé los talones cuando me abrazaste en la estación de servicio mientras cantabas.

Sí soledad, hacé conmigo lo que quieras. Ya tengo humedecido todo el cuerpo culpa de estas dos canillas que no pararon de gotear. El plomero prometió venir este fin de semana. Hay que creer.
Se ve que sólo me queda creer.

Vacios no están los vasos. Vacía estoy yo.

Diciembre 09

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Cartas para Emanuel II

D de Días

Se me pasó el día rápido y no sin darme cuenta vino la medianoche. Media cansada a esta hora, el cuerpo me pide descanso, la facultad responsabilidad y el alma un poquito más de palabras. Y otro poquito más de Kevin Johansen.
El día tiene 24 horas y me conformo. Mi secreto es mirar siempre un reloj que tiene más de tres agujas. La de las horas, los minutos, los segundos. ¿Y la cuarta? La de las ganas.
Estudiar para recibirme y trabajar para pagarme las vacaciones, no miento, me es mucho. Comer a las apuradas y dormir la siesta mientras me baño, también. Y llegan los fines de semana, y tienen un sabor especial. Ahí no hay horarios, sí hay amigos, hay cervezas y también silencios. Una tranquilidad hermosa para después arrancar de nuevo.
Yo lo busco, disfruto y no me quejo. La sonrisa no se borra, y las ojeras menos. Pero a los veinte nada me va a caer del cielo. Por eso trato de volar hasta alcanzar eso que me enloquece. No sé que es, pero voy. Nadie me va a decir cuál es mi lugar en este mundo. Y sentarme a esperar, no se me antoja para nada. Si lo mejor está pasando hoy, ahora… ¿qué es lo que se viene?

Volviendo a los días y a los remates que me encantan.

Los días deberían tener un poco más de mañana para tus mates.
Un poco más de noche para enroscarnos.
Y más amaneceres para poder ver tu cara, a contraluz.

Diciembre 09

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Cartas para Emanuel I

F de Fábrica

Nací y crecí entre fábricas. Soy la mínima expresión del progreso al estar sumergida dentro de un inmenso parque industrial de esos que no frenan ni un momento.
Cuando era más chica era la promesa productiva por fabricar tantos sueños. Había exceso de oferta. La curva llegaba hasta el cielo. Esa fábrica aún sigue en pie, sólo que funciona por temporada, como los helados o el café. O como las flores.
Mis nonos por ejemplo, son la fábrica suprema de recuerdos. Hasta pienso que con los años formaron un terrible monopolio. Sólo que ninguna ley puede contra ellos. Crecen con cada foto y con cada cosa que les pido. ¿Quién dice que Dios existe? Mi nono es mi dios. Él es el único capaz de contar cada detalle de mi vida, cada misterio y “ganas de”. Shh, por acá no.
La familia, fábrica inquebrantable. Los amigos, simplemente, me fabrican los días. Siempre pienso que somos un sinnúmero de máquinas que caminan por la calle moldeando realidades. Y tenemos miedo. Y más miedo me da saber que lo tengo, creyéndome tan fuerte y tan invencible a veces. Mi competencia más directa, bien sé, soy yo.
Pero hay una fábrica que no me deja dormir y no por ruidosa sino por lo increíble que es. Jamás pensé que se iba a poder crear la fórmula del producto perfecto. Ni la de la Coca es capaz de superarla, porque la Coca sirve sólo para saciar la sed. Esta que te digo, sirve para vivir. Y no exagero. Pongo todos mis ahorros para que las acciones coticen hasta en la bolsa del cielo, como cuando era chiquita. Porque estoy en temporada alta y no hay vuelta que darle.
Su boca crea la materia prima que se necesita para comenzar.
Sus ojos hacen el proceso productivo más mágico aún.
Su piel envasa todo eso que me enloquece y sus dedos son como tornillos que encajan justo en el lugar más perfecto para que todo funcione mejor de lo que imaginamos.

Si la gente se enterara de nuestra fábrica, haríamos millones.

Diciembre 09

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Cartas para Emanuel

Jugar.
Asumir otro papel. Creerse dueña de un abecedario entero para explimirlo de a poco.
Desafiar.
Ponerse a prueba por unos días. Ver si encuentro la letra perfecta para mi hoy.
Intentar.
Las ganas se me salen hasta por la espalda.

Emanuel, cartas para vos y para él.
Intermediarios,
los tres.

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Memoria a corto vaso

Hacía mucho que no entraba al antiguo «La vida en bondi» y ¿qué pasó? me olvidé la contraseña y no sé por qué me dan una nueva y no funciona.

Ahí va.Va de nuevo.

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